martes, 5 de septiembre de 2023

"Complejo de Dios"

 Ya se cumplen 41 años padeciendo TOC. Tras muchas elucubraciones, creo que la causa de tantas obsesiones y ritos, de caer en las trampas de mi subconsciente o de querer suicidarme como consecuencia de lo dicho es el "complejo de Dios".

Desde pequeño me he exigido siempre mucho a mí mismo; he sido yo, no mis padres. Siempre he querido ser el mejor, y así ha sido porque mis niveles de exigencia son elevadísimos. Pero el cuerpo, mi cuerpo, tomó cartas en este asunto porque a él también le concierne. De modo que cuando me apetece salir a pasear por la Naturaleza, salgo; cuando me apetece tomarme un whisky en mi cafetería preferida, me lo tomo, mientras observo el trasiego de gente, quién entra y quién sale, qué dialogan los niños, de qué habla quien está a mi lado en la barra...

He estado 8 meses saliendo a socializar. Pero desde que comenzó el verano dejó de apetecerme. Aquí estoy, reponiéndome del dolor(pero, sobre todo, del susto) tras una caída después de levantarme. ¡120 kilos han caído al suelo!  He temido lo peor, pero por fortuna no me he roto nada; solo ha sido el susto que aún me dura. Menos mal que mi médico de cabecera me receta unos sobres indicados para los dolores fuertes. ¿Os dais cuanta?  Hay remedio para los dolores físicos fuertes, pero no lo hay para mitigar los del alma, esa tortura a la que me somete la maquinaria ritual cuando me atacan las obsesiones.

Hay personas que llevan menos tiempo padeciendo, ¡y se encuentran mejor a día de hoy!

Solo se me ocurre, en este momento, evocar las palabras de uno de los personajes de Lawrence Durrell de su "Cuarteto de Alejandría":  "Al igual que todos los jóvenes me proponía ser un genio, pero afortunadamente intervino la risa"(Clea). La risa como metáfora del cuerpo. Estas palabras deberían ser como mi Biblia personal:  el cuerpo me salvará de suicidarme; la risa no es el mejor estado de ánimo para quitarse de en medio. Conscientemente ni me plantearía adquirir ese "complejo de Dios". Es, como dije, una trampa de mi subconsciente, a quien he de aprender a engañar para salvarme.

miércoles, 16 de agosto de 2023

PÁNICO

PÁNICO
Todos los días despierto así:  alta frecuencia cardiaca y tensión arterial, pensamientos sobre sucesos catastróficos que creo que van a tener lugar, preguntándome para qué voy a seguir viviendo, si mi TOC me está matando...
Mi enfermedad me ha aislado, y los sucesos del mundo en el que vivo no ayudan a querer seguir vivo. Pero, ¡no tengo valentía para suicidarme!  ¿Qué hacer?
Así se encuentran muchos compañeros de enfermedad. Mis crisis de pánico se han agudizado desde que comenzó la pandemia. Ahora, me levanto a las 3:30/4 de la mañana y no como "de plato" desde hace 2 años y 8 meses. Pero comparativamente soy un afortunado. Otros se hallan peor.
Sé que nadie leerá estos post. De cualquier modo, aquí los dejo.

domingo, 1 de noviembre de 2020

El idiota

 Estoy llegando a metas que ya alcancé en su día, cuando mi primer psiquiatra casi me curó. Pero no me siento satisfecho totalmente, habida cuenta de lo mucho que aún me queda por conseguir. Es mi naturaleza:  soy una persona que desde muy pequeño se ha exigido mucho a sí mismo, lo cual me impide celebrar mis triunfos.

Desde noviembre pasado puedo volver a realizar una actividad que no podía hacer desde hace nueve años. Gracias a mi lucha lo he conseguido, ¡lo he conseguido!  ¡debería estar brincando de alegría!  

La pandemia lo ha cambiado todo. El mundo ya no será el mismo. No tiene sentido hablar de "nueva normalidad", como antes tampoco había normalidad. Nunca la ha habido y nunca la habrá. Convengo con William Shakespeare:  "El mundo es un cuento contado por un idiota". Ese idiota está con nosotros, y su relato nos condiciona. Los diferentes como yo tenemos que enfrentarnos a la idiotez día a día. El orden mundial ha sido demolido por el coronavirus, pero queda el idiota, que adopta la apariencia de monstruo, de fantasma que asusta mucho, y engaña a la gente, convirtiendo en real lo que es mera quimera que se incrusta en el cerebro y lo gobierna. De ahí surgen gobernantes peligrosos, que con solo pulsar una tecla de su ordenador pueden hacer desaparecer países enteros. Los idiotas gobiernan el planeta y el coronavirus mata sin piedad. ¿Qué nos queda?  La diferencia. Quienes luchamos para quitarle la sábana a ese fantasma no podemos rendirnos, no podemos claudicar ante la idiotez. La diferencia ganará la partida, una larga partida que se juega desde casa, desde el país donde vivimos. Impedir que el idiota pulse su tecla nos salvará del caos.


lunes, 14 de septiembre de 2020

Es necesario llorar. Dichosos los que tienen lágrima fácil.

Ayer, cuando terminé de comer, prorrumpí en sollozos en presencia de mis padres. Siempre prefiero llorar cuando estoy solo, pero era tal la tensión acumulada durante tantos días, los pensamientos acerca de la situación mundial en la que nos encontramos, la incertidumbre cada vez más acrecentada que se apoderó de mí mientras almorzaba, que salí de la cocina habiendo ya explotado. Inmediatamente entré en mi habitación; al seguir derramando lágrimas comencé a relajarme, pues no sé si sabéis que el llanto es un mecanismo de descarga de agresividad. ¡Me quedé fetén!  El resto del día seguí triste, pero necesitaba este estado anímico para provocar más llanto. Puse la radio, y, ¡sorpresa!, estaban emitiendo un programa de poesía dedicado al centenario del nacimiento de Mario Benedetti, que se cumple hoy precisamente. Pusieron una canción de Joan Manuel Serrat acerca del poeta y las lágrimas volvieron a brotar; la relajación fue estupenda. ¡Por fin pude llorar!  ¡Hacía tiempo que no podía!  Yo, como escribo en el título de la entrada del blog, hablo de la dicha que tienen los que lloran con facilidad.

No hemos de avergonzarnos de llorar si estallamos en compañía de otros. Las personas que han madurado tienen esa facilidad. Y los enfermos de TOC, como yo, somos personas altamente sensibles(PAS). Ya no me avergüenzo. Ojalá pueda volver a derramar lágrimas cuando lo necesite. Charles Dickens escribió:  "No hemos de avergonzarnos de nuestras lágrimas, pues son como la lluvia que lava el polvo cegador de nuestro endurecido corazón". 

jueves, 13 de agosto de 2020

Es demasiada incertidumbre

 Mi ansiedad era ya muy alta antes de la visita del COVID-19. Ahora éste se cierne sobre mí, obligándome a una reprogramación. Cada mañana, desde el 13 de marzo, me levanto más asustado que antes, más indeciso sobre lo que voy a hacer, más entristecido ante la "nueva normalidad". ¿Alguien puede explicarme qué es eso? Para mí nunca ha habido normalidad; todo ha sido anormal, esto es, sin norma, sin medida. Todo son excesos o defectos. Antes de la pandemia no sabía qué iba a suceder; ahora, esa incertidumbre se ha triplicado y me produce pánico; mis crisis de ansiedad son frecuentes; he leído en algún lugar que "la ansiedad es la mente yendo más deprisa que la vida". Ese es mi caso. Hoy es viernes, 14 de agosto de 2020, y mi mente ya apunta a 2021. ¿Qué sucederá?  ¿Habrá nacido la vacuna contra el coronavirus?  ¿Podré, de nuevo, besar a mi sobrino, abrazarlo?  Porque esta es una de las cosas que me mata:  no poder tener contacto afectivo con mis seres queridos. 

Cuando leo o escucho en los medios que "esta es la pandemia más grave de los tiempos modernos", un escalofrío recorre toda mi espalda, y me pregunto tantas cosas...

Mi TOC se ha resentido notablemente, pero los avances no, porque han sido resultado de una lucha que apuesta por la vida, y no habrá coronavirus que pueda vencerla. ¿Y si mi monstruo es atacado por el COVID-19?

Me levanto aterrado, sí, pero tras un cuarto de hora mi terror remite, aunque deba tomar mi medicación contra la crisis de ansiedad. Acuden a mi mente las cosas que hice el día anterior y sigo esa senda, una senda que abrí el pasado noviembre gracias a mi psicóloga clínica y mi colaboración. 

No sé si la incertidumbre que se ha apoderado de todos me volverá loco. Si eso ocurre, habré dejado de sufrir.

martes, 11 de agosto de 2020

La importancia de la vida social

 Somos una unidad biopsicosocial. Estoy trabajando en la rehabituación de los aspectos biopsíquicos. Ahora necesito urgentemente retomar mi vida social real. Por lo pronto, es un mérito haber abierto el ordenador, abrir cuenta en las redes sociales, crear una petición de firmas para que la sociedad conozca el TOC y el Ministerio de Sanidad escuche nuestra voz, así como crear un grupo de TOC en Facebook. Son mis logros, sí, que me permiten estar en contacto con muchas personas en todo el mundo, transmitirles mi experiencia como enfermo de TOC y escuchar sus vivencias, de las que también me estoy enriqueciendo. Esta es mi vida social virtual. ¡Ojalá llegara a conocer en vivo, algún día, a alguna de las personas con las que, diariamente, me relaciono a través de la Red!  Entretanto, he de salir a la calle todos los días, como he hecho durante más de 40 años.

Mi psicóloga clínica me dijo que no soy yo quien se ha aislado; me ha aislado mi enfermedad. Cierto.

He sido un hombre con gran don de gentes, animador de actos, participativo y receptivo en eventos. Pero temo encontrarme con los cambios que ha habido en ese mundo desde que me despedí de él. No quiero ver a gente conocida, esa gente chismosa que comienza a preguntar qué tal te va, qué haces ahora... Prefiero ser yo quien acuda a los mentideros de otrora para escuchar qué tal le va a fulano, mengano o zutano. ¿A qué estoy esperando?  A superar el miedo al reencuentro y a los cambios que han tenido lugar en mí. Ya no soy esa persona alegre, no me interesa saber nada del destino que deparó a quienes conocí, mi ansiedad se dispara cuando estoy hablando con algún conocido y regreso a casa con tensión muscular. Una conversación que dure más de 10 minutos me agota.

Necesito vida social real pero aún no estoy preparado..., a menos que me muestre tal y como lo hago cuando estoy en mi casa:  si tengo que girar la cabeza, giro la cabeza, si he de estirar el brazo, estiro el brazo, si he de hacer algún rito, lo hago. Y que los neurotípicos piensen de mí lo que les plazca. Ese es el punto:  que aún no me he aceptado tal y como soy, que no me quiero, que el TOC me ha humillado hasta límites insospechados. Ese es uno de mis retos:  quererme, quererme mucho para que los demás me quieran y para que yo les pueda querer.

domingo, 9 de agosto de 2020

Miedo a superar el TOC

Ayer, en el transcurso de una charla que mantenía con mi madre, le expresé mi malestar(tal vez fuese envidia) hacia quienes dicen haber superado el TOC. Yo estoy luchando contra él desde hace 38 años; he derribado torres muy altas; las actuales son, en comparación con aquéllas, meros escalones, pero estoy anquilosado. He progresado desde el pasado noviembre; con la ayuda de mi psicóloga clínica y mi lucha, he conseguido volver a poder leer, tarea que hacía 8 años que no podía realizar debido a la interferencia del TOC. Pero algo me iluminó; invoqué los poderes de mi inteligencia para tener la mente ocupada, y de esta operación pasé a otra y a otra, y fue emocionantísimo vivir el momento en el que, tras estar leyendo ante la pantalla del ordenador, pasé a coger uno de mis libros de papel, lo abrí, comencé a leer y lo hice con la fluidez y rapidez de toda la vida. Sentí una alegría que hacía temblar todo mi cuerpo. Ese día llegó y hasta ahora sigo embarcado en la aventura que siempre ha sido y que siempre será mi pasión:  los libros; soy un bibliófilo hasta la médula.
Sin embargo, mi sufrimiento sigue ahí; mis obsesiones, si bien han disminuido en número, me torturan como si de una legión se tratara.
Mi madre, que escuchaba atentamente mi parlamento, me preguntó:  "¿y si tuvieses miedo de conocer una dimensión nueva, de lo desconocido?  Esto es lo que conoces y te sientes cómodo". Las palabras de mi madre parecían estar siendo pronunciadas por un psicoanalista. Y me dieron que pensar; hoy sigo pensando en ellas, no paro de pensar en si, de veras, tengo miedo de estar aún mejor de lo que voy estando; tendría que exponerme ante mis miedos a desfallecer o volverme loco cuando dejase que las obsesiones me horadaran el cerebro, sin responder con mis interminables ritos para aliviar mi dolor. 
Sí, es posible que tenga miedo, terror, pavor a dejar que pensamientos intrusos, ajenos a mí, entren en mi morada sin mi permiso, la ocupen y se marchen cuando constaten que no lucho contra ellos. Confieso que, a día de hoy, no estoy preparado para semejante empresa. Necesito más tiempo. Desde noviembre no he cejado en mi empeño de retomar una actividad vital para mí. He de reponer fuerzas para el siguiente reto, y gozar, mientras tanto, de lo que he conseguido, algo que ya no esperaba.
Respecto de esas personas que dicen haber superado su TOC, les comunico mi alegría por ellas, pero sigo sin entender cómo es posible que un veterano de guerra como yo no lo haya conseguido ya. Tiempo al tiempo.